Ese no es su marrano
— Ese no es su marrano — le dijo el hombre de la camisa manchada en las axilas.
— Que sí es — le alegó nervioso el parcerito de la otra cuadra, mientras jugaba con su ropa, no podía parar de chupar el cuello de la camisa estampada.
— Ah, cucho, yo no le creo nada… — dijo el otro agarrando la media de ron por el extremo.
— Ese no es su marrano, hágame caso — le dijo guardando el cuchillo en el delantal de PVC curtido de sangre por el uso frecuente, de lunes a domingo, de 8 de la mañana a 7 y media de la noche.
— ¡Qué man tan pato! — dijo el hermano del medio con desenfado, mientras se movía lentamente porque las prendas que había heredado del mayor le superaban el cuerpo.
— CÓMO ASÍ QUE PATO — gritó el hombre cuarentón, a lo que un bigote de sudor se le dibujó en la comisura del labio, con la velocidad con la que volvió a sacar el cuchillo empuñado.
— Relájese, cucho, y relájese usted también, Durito… — le pidió a su hermano menor poniéndole en el hombro la mano que antes sostenía todo el peso de su cuerpo contra el poste. — ¿No ve que ese marrano ni está muerto? Está dormido. ¿No ve cómo el otro le da besitos?
El pequeño, estripado, abrió el hocico para darle un lengüetazo al manchado, que se acomodó con parsimonia en la acera.
@lauradesdibujada