Al fin sola, conmigo
Todos los días, durante un instante,
te dedico un pensamiento.
Ya te encontré en el primer libro que leo
este año: una mujer habla de cómo un hombre
amaba de manera particular las esquinas de su cuerpo.
Yo no tengo esquinas, tengo curvas.
¿Recordás mis pliegues?
¿O solo mi pelvis, cómo se alzaba ante la succión?
Hace tiempo dejé de sentirme ridícula por haberte
amado: mi terapeuta
dice que no puedo pelear con lo que fue.
¿Qué será, para vos?
En noches como esta me gustaría saber qué soy.
Mediocridad,
intensidad,
una historia habitual,
un gesto de fastidio.
No me desvelo pensando en vos
ni voy a dormir con tu nombre en la boca.
Solo miro a mi lado izquierdo
cuando camino por la calle
y dejo caer el instante,
como una bola de lana
que se desenreda,
se deja ir y se agota.
Y aunque aún sostengo la punta,
un día la gravedad
dejará de tirarme el brazo.
Y entonces quedaré a solas.
Al fin sola,
conmigo.